San Francisco De Macorís recuerda con nostalgia y orgullo el legado de los hermanos hierro

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San Francisco de Macorís/Jose Valdez Hay fotografías que no capturan solo un instante, sino un pedazo de alma. Esta imagen, donde aparecen dos niños sentados junto a una vieja radio, es uno de esos tesoros que cuentan más de lo que muestran. Son Wili y Hennry Hierro en su infancia, mucho antes de que el merengue los llevara a conquistar estudios, escenarios y corazones dentro y fuera de la República Dominicana.

En mi memoria, esa fotografía se conecta con los recuerdos de mis propias visitas, cuando era un niño, a la casa materna de mi abuelo Antonio Maratón. Allí, entre conversaciones, café recién colado y risas familiares, crecí oyendo historias que unían a mi familia con la de los Hierro. Mi abuelo era gran amigo de doña Edita Fernández, la madre de Wili y Hennry, una mujer querida, respetada y siempre mencionada con cariño por quienes la conocieron.

Recuerdo aquellas paredes con retratos antiguos, imágenes que parecían hablar por sí solas. Entre ellas estaban las fotos de los hermanos Hierro, niños aún, pero con la chispa de la música ya encendida en la mirada. Nunca imaginé que esos rostros inocentes serían los mismos que años después dirigirían una época gloriosa del merengue dominicano.

Hennry Rafael Hierro Fernández, quien más tarde sería fundador de la orquesta La Gran Manzana, dejó una marca profunda en la historia musical del país. Sus arreglos, producciones y visión artística lo convirtieron en un referente cuya obra trascendió generaciones. Wili, su hermano, siempre lo acompañó en el camino, compartiendo no solo la sangre, sino el amor por la música y la responsabilidad de llevar el apellido Hierro con orgullo.

A esa historia profesional también la atraviesa una historia personal que valoro mucho: una de las hijas de Wili, Michel, es una amiga muy querida mía. Crecimos compartiendo momentos, sonrisas, historias y esa conexión que solo nace cuando las familias han estado unidas desde antes de que uno naciera.

Hoy, al mirar esa foto que  restauramos vuelven los recuerdos y el sentimiento profundo de admiración. Porque esta imagen no es solo de dos niños junto a una radio; es el origen de un legado. Es la semilla de un ritmo que puso en alto a San Francisco de Macorís. Es la memoria viva de una familia que aportó belleza y orgullo a nuestro pueblo.

Que esta foto siga iluminando corazones, y que la música de los Hierro continúe siendo un puente entre generaciones, como lo fue para mi abuelo Antonio Maratón, para doña Edita Fernández y para todos los que hemos sido tocados por su arte y su historia.


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