
San Francisco de Macorís/José Valdez Lo que ha hecho el director de la escuela Eugenio Cruz Almánzar, Francisco González, no tiene justificación ni perdón. La destrucción del local y parte del colchón donde se entrenaban cientos de jóvenes en judo y lucha olímpica, no solo es un acto de abuso y desprecio contra el deporte, sino una violación directa a un acuerdo verbal hecho en presencia de autoridades educativas.
Ese acuerdo fue claro, transparente y respetuoso. Fue sostenido entre el director del plantel y el destacado cronista y dirigente deportivo Tony Reyes, con la participación y conocimiento pleno del director regional de Educación 07, Wilson Ortega, y el director distrital, Starlin García. En ese encuentro se acordó que los entrenamientos continuarían en el espacio actual hasta tanto se identificara una solución definitiva, en beneficio de más de 200 niños que practican judo y lucha olímpica, muchos de ellos medallistas nacionales e internacionales.
Por eso, lo ocurrido no es solo una traición a la palabra dada, sino una burla al compromiso asumido ante la comunidad deportiva y las propias autoridades educativas. ¿Qué sentido tiene sentarse a acordar si luego se actúa con prepotencia, irrespeto y unilateralidad?
En vez de proteger un espacio que ha sido durante más de 20 años la base del judo de alto nivel en San Francisco, el director González ha decidido actuar por impulso, destruyendo parte de una instalación que ha transformado vidas, formado campeones y alejado jóvenes de los caminos equivocados.
Justo cuando el director del INEFI, Alberto Rodríguez, había anunciado la construcción de un polideportivo de combate para resolver este mismo problema, ¿qué justificación tiene ahora esta acción desesperada y destructiva?
Desde este espacio, elevo mi voz con firmeza para exigir que este atropello no quede impune. Llamo a las autoridades del Ministerio de Educación, y especialmente a los propios Wilson Ortega y Starlin García, a que sean coherentes con lo que ellos mismos avalaron y no permitan que se desmantele una estructura deportiva que ha dado frutos reales a la provincia Duarte.
Este no es solo un ataque a un colchón y unas paredes: es un golpe a los sueños, al sacrificio y al futuro de nuestros jóvenes. Y ante eso, no vamos a quedarnos callados.